Acabo de cambiar mi equipo informático con los consiguientes inconvenientes que, para mí, acarrea semejante desafío. Se nota que no estoy muy ducho en estas materias...Nuevo sistema operativo, instalación de programas, traslado de carpetas etc... No es que me esté mudando de casa, pero casi, casi...Para mí es un verdadero reto. Habrá que ponerse manos a la obra y estudiar y practicar para sacarle todo el jugo.
Dicho esto os narro brevemente la excursión del sábado 02 Abril:
Ya de regreso y con una temperatura veraniega recorrimos la orilla del río hasta el desvío del PR-187. Ya en constante y dura subida (sobre todo por el calor) y tras pasar por el Barranco de Valdelagua, volvimos al punto de partida. Bonita ruta por los paisajes ribereños del Turia.
Ya estamos en el sábado 09 Abril.
Preciosa la jornada que nos esperaba. El veranillo que estamos disfrutando esta semana fue el complemento ideal para esta ruta. Calorcillo y agua en un recorrido realmente espectacular por una zona (el macizo del Caroig) agreste,salvaje y suficientemente alejada de la "civilización", lo que la hace atractiva para los que amamos la montaña. Agreste por la dificil orografía, ramblas, barrancos,escarpados farallones que el agua ha ido esculpiendo y modelando.
La ruta comienza y acaba en el paraje del Nacimiento de los Albares ( a unos 3 kms de Teresa de Cofrentes). Retrocediendo unos metros por la carreterilla llegamos a un desvío a la derecha indicado como Las Quebrás (como llamarían en mi pueblo a las Quebradas). Una senda en ascenso nos conduce hasta el lugar. Es una profunda falla que corta el terreno de norte a sur. Un gran surco fractura la tierra. Ante nosotros se aprecia esta herida que ha dejado en la corteza terrestre algún movimiento tectónico acaecido hace miles de años. Simas salpicadas con enormes bloques de rocas dibujan esta gran grieta.
Atravesamos la falla y llegamos a un precioso mirador. El valle de Ayora se abre ante nosotros. También se ve la garganta que es la Rambla Argongeña y que recorreremos más adelante. Al fondo, adentrándose en la provincia de Albacete vemos la sierra del Mugrón. Un breve descenso y llegamos al corral y casa del Olivar con sus campos abandonados. Buen lugar para el almuerzo de rigor que compartimos junto a dos senderistas de Almansa. Desde la casa y a sus piés, se divisa la zigzagueante rambla Argongeña (nombre que toma del río estacional que se encauza entre sus paredes y acaba cediendo sus aguas al Júcar. Los lugareños también lo conocen como la Longeña). Tras reponer fuerzas venía lo más espectacular, divertido y aventurero de la ruta.
Decidimos recorrer la rambla aguas arriba durante algún kilómetro.
Conforme se estrechaba el cauce tocaba trepar algunas rocas que albergaban preciosas pozas. En las paredes que nos rodeaban se veían algunos abrigos que servían de refugio para personas y animales. Llegamos hasta una presa desde donde se abría el cauce en un gran meandro con un farallón a sus espaldas. Desde allí volvimos sobre nuestros pasos hasta la Casa del Olivar. Valió la pena el desvío. Volviendo por la misma senda hasta un cruce a nuestra izquierda donde tomamos otra que nos lleva a media altura sobre el lecho de la Rambla. Alguno (yo en este caso) estuvo tentado de hacer el recorrido por dentro de la rambla. Hubiera sido una auténtica aventura y me hubiera evitado la contemplación del cañón desde las alturas. Menos mal...Me hubiera perdido unas vistas increíbles.
A cada curva aparecían allá al fondo, preciosas pozas de aguas esmeraldas. Impresionantes las escarpadas paredes de la garganta. Todo acompañado por el inconfundible croar de la ranas cuyo sonido nos llegaba desde muchos metros más abajo. Cada meandro nos ofrecía visiones distintas que competían en belleza con la siguiente.
Llegamos a un punto donde la senda comienza a descender hasta el cauce. Una vez abajo tocaba cruzarlo en una zona sembrada de juncos y demás vegetación acuática. Hubo que descalzarse y atravesarlo con agua y fango hasta las rodillas. Desde allí continuamos por dentro hasta casi el final. Vadeamos varias veces el río, ya sobre piedras. Preciosas y cristalinas pozas salpicaban el recorrido. También alguna trepadita para salvar las rocas del cauce. Una senda a su izquierda junto a una canalización nos llevó hasta el Nacimiento de los Albares, en cuya fuente nos hicimos la foto de rigor y concluyó la ruta.
Fueron 14,2 kilómetros realmente inolvidables. Más de uno estuvo tentado de darse un chapuzón (un buen plan para los meses más calurosos).
Gracias Jesús por descubrirnos esta preciosa ruta (no será la última en esta zona, seguro).
Más información de la zona en : http://teresadecofrentes2007.wordpress.com
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